miércoles, 12 de marzo de 2008

CONVIVIR CON EL TERRORISMO - Lic. Alfredo Weinstabl *

De los cuatro Jinetes de la Apocalipsis vaticinado por la Biblia, el hambre, la guerra, las enfermedades y las plagas, la segunda, la guerra, parece ser la más irracional y presente en la historia del Hombre, desde su misma aparición en la Tierra.

Desde que este se organizó en grupos políticos, clanes, tribus y pueblos diferenciados, la guerra fue el peor flagelo para dirimir relaciones conflictivas, pese a que de las cuatro calamidades es la única atribuible solamente a la voluntad de las personas.

Posteriormente con la aparición de Estados soberanos, en los conflictos no resueltos diplomáticamente, la guerra constituía el último ratio de un estado para imponer la voluntad sobre el oponente. Pero no solo se utilizaba para dirimir conflictos, sino que fue utilizada políticamente para la construcción de los grandes imperios y la mayoría de las naciones.

Difícilmente podría encontrarse un periodo de paz prolongado. La historia del mundo es una sucesión de periodos de paz y guerra o más precisamente, la existencia simultánea de estos estados en algún lugar de la Tierra.

Constituye uno de los peores y más crueles flagelos que debe soportar la Humanidad. Pareciera que está dentro de la misma naturaleza del Hombre.

Pese a ello, siempre los Estados buscaron la forma de erradicar la guerra. Ya desde la Edad Media se hicieron propuestas para eliminar, controlar o limitar la guerra mediante la organización de toda la comunidad. Pero recién en las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907 pudo empezar a ser codificada.

Las Convenciones de Ginebra son el intento de normalizar el Derecho Internacional Humanitario. Son el resultado de los esfuerzos de Jean Henri Dunant, creador de la Cruz Roja. Constituyen una serie de tratados internacionales firmados en Ginebra, Suiza, entre 1864 y 1949 con el propósito de minimizar los efectos de la guerra sobre soldados y civiles. Dos protocolos adicionales a la convención de 1949 fueron aprobados en 1977.

A pesar de estas normas jurídicas y de su relativo cumplimiento, la historia ha demostrado que la proscripción de la guerra, no ha eliminado la posibilidad ni la probabilidad de su ocurrencia.

El mundo de hoy continúa plagado de violencia.

Pero desde el colapso de la URSS cobró verdadera importancia una vieja forma de violencia política, la violencia de grupos minoritarios dentro de la sociedad civilizada: el terrorismo.

La palabra "terror" proviene del latín, terror o terroris, sinónimo de Deimos. En la Antigua Roma, Marte, Dios de la Guerra, tenía dos hijos: Phobos y Deimos (Miedo y Terror)[. .
La palabra “terrorismo” apareció por primera vez en
Francia durante la Revolución Francesa entre (1789-1799), cuando el gobierno encabezado por Robespierre ejecutaba o encarcelaba a los opositores, sin respetar las garantías del debido proceso. Ese período es conocido como Reinado del Terror (1793-1794).

El terror, como arma política, fue retomado luego en Rusia en la segunda mitad del siglo XIX, entre algunos grupos opositores al régimen zarista.

Hay infinidad de definiciones de terrorismo. Ninguna aceptada internacionalmente. Pero todas muy similares. Para seguir con este análisis utilizaremos una redactada por nosotros y que creemos que engloba las partes más importantes de las demás:

Terrorismo es una acción llevada a cabo como parte de un método de lucha política, ejercida por grupos minoritarios cuyo poder es insuficiente como para enfrentar directamente a las fuerzas regulares del Estado, de carácter preferentemente urbano, que implica la utilización de la violencia indiscriminada extrema, generalmente contra objetivos civiles y personas inocentes, que busca infundir el terror y el miedo en la población, generalizando un estado de pánico e inseguridad para minar el sistema y las instituciones como un medio de influir, mantener o conquistar el poder del Estado”.

En otras palabras terrorismo significa el uso calculado de violencia o la amenaza de la misma contra la población civil, normalmente con el propósito de obtener algún fin político o religioso.

¿Pero porque tomó semejante auge, importancia y actualidad el terrorismo en las últimas décadas hasta convertirse actualmente en una de las amenazas de las guerras de Cuarta Generación?

Fundamentalmente por tres aspectos concurrentes: la tecnología, las comunicaciones y el mundo convertido en una aldea global.

Desde los mega ataques del 11-S en New York y Washington, el 11-M en Madrid y el 7-J en Londres, el terrorismo ha demostrado que ha venido para quedarse. Ha mutado como un virus que se va perfeccionando y que cada vez es más letal, en cierta forma gracias a que la respuesta de los gobiernos ha sido con herramientas que no inmunizan a las sociedades de este nuevo protagonista de la escena y la agenda mundial.

La tecnología ha hecho posible que los medios de destrucción en gran escala estén al alcance de la mayoría de las personas que quieran poseerlas y la velocidad de las comunicaciones hacen que estos hechos tomen casi de inmediato difusión mundial que es justamente uno de los objetivos que los terroristas desean.

Estrellar una aeronave secuestrada contra un edificio emblemático, hacer descarrilar un tren, esparcir gas tóxico en un subterráneo o hacer estallar una bomba en un lugar adecuado a sus fines y producir cientos de víctimas. resulta relativamente sencillo y poco costoso. Las comunicaciones en esta aldea global, por su parte se encargan de la difusión instantánea del hecho.

Los Estados y las Fuerzas Legales les resulta imposible prever todas las alternativas posible.

En ese sentido el ataque a las Torres Gemelas del 11-S fue un ejemplo de lo expresado .Ese atentado fue presenciado casi instantáneamente en los medios televisivos en todo el mundo y muchísimas personas inclusive, lo han visto en el mismo momento de su ejecución.

No obstante, esos actos terroristas tuvieron, si se lo puede llamar así, un aspecto positivo: cambiaron la conciencia de la gente. Se entendió finalmente que se vive en un mundo terriblemente inseguro, peligroso y bajo la amenaza de ataques que cada vez pueden ser peores.
El terrorismo es el arma del más débil..., pero también del menos escrupuloso, y del más perverso.

Lo utilizan los que no vacilan en utilizar cualquier medio para alcanzar sus objetivos.

No compartimos la postura “..que los guerrilleros y terroristas de hoy, serán los héroes de la liberación del mañana”. Aquellas personas que utilizan cualquier medio para lograr sus fines, llevan ya desde el mismísimo comienzo, una profunda degradación moral y desprecio al valor de la vida. El que hoy asesina, secuestra y roba a inocentes, seguirá siendo siempre un asesino, secuestrador o ladrón también en el futuro.

Tampoco hay que confundir asesinatos políticos con actos terroristas. Son dos acciones diferentes, pero separados por una difusa e imprecisa línea. El asesinato de los presidentes Lincoln y Kennedy fueron asesinatos políticos y no actos terroristas. El asesinato del Almirante Berisso, mientras empujaba un carrito de compras en un supermercado, fue un acto terrorista. El reciente asesinato de Benazir Bhutto en Pakistán, está en ese difuso linde que mencionamos y puede clasificarse como asesinato político y terrorista al mismo tiempo.

Asesinatos políticos buscan eliminar una determinada personalidad política. Acto terrorista es cuando con el atentado se busca desestabilizar la situación política mediante el temor y el miedo
Tampoco hay que confundir los bombardeos aéreos para la destrucción de pueblos y ciudades dentro del marco de la guerra clásica, con actos de terrorismo.

El bombardeo de la ciudad de Dresden en Alemania, que no tenía ningún objetivo militar y que produjo cerca de 80.000 muertos o el bombardeo nuclear de Hiroyima y Nagasaki no fueron ataques terroristas. Fueron operaciones dentro de una guerra clásica para persuadir o quebrar la voluntad de lucha del oponente.

El terrorismo está comprendido dentro de las “Nuevas amenazas”, término que se utiliza en el campo estratégico, tanto político como militar.

Hoy ya no caben dudas que el mundo deberá aprender a convivir con el terrorismo. No solo convivir sino también aprender a combatirlo.

Y el combatirlo deja de lado o minimiza el concepto de las guerra clásica sobre efectivos, enfrentamientos de masas, potencia de fuego o maniobra, entre otros conceptos que parecían inmutables.

La lucha contra el terrorismo está íntimamente ligado a la información y a la Inteligencia. Como las organizaciones terroristas son de tipo celular, el obtener en tiempo la información, es absolutamente vital.

Según Alvin y Heidi Toffler este tipo de guerra depende fundamentalmente “del dominio de la información”.

Los Estados deberán instrumentar medidas de control que en algunos casos afectarán las libertades y los derechos civiles de los ciudadanos.

Y también porque no mencionarlo, seguramente se enfrentará con algunos de los “Derechos Humanos” tan declamados por las organizaciones de izquierda de todo el mundo. Debemos pensar que la lucha contra el terrorismo no está codificada en modo alguno, como lo fueron las guerras hasta ahora conocidas. En consecuencia la violencia, la crueldad y la brutalidad prácticamente no tiene límites.

En definitiva el terrorismo es el flagelo de siempre, es la violencia que ha mutado, que se ha entronizado en el mundo, cambiando la concepción clásica de la guerra e incorporando otras metodologías operativas específicas y aspectos nuevos tales como las “guerras preventivas”.

Deberemos tomar conciencia que en el futuro debemos convivir con esta lacra y por otro lado hacer los esfuerzos necesarios para contrarrestar mediante procedimientos y una legislación adecuada sus acciones y sus efectos.
* El Lic. Weinstabl es miembro de la Asoc. Unidad Argentina

lunes, 14 de enero de 2008

En la selva de la maldad - Pilar Rahola : La Vanguardia. Barcelona


Cena en el paraíso. La casa en la laguna de la familia Cohen, en Punta del Este, no facilita la trascendencia. La naturaleza bella relaja los sentidos y dificulta la tensión que toda conversación seria exige, y así nos encontramos intentando escapar de la bondad del lugar, para poder lidiar con las noticias.



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Dicen que el niño encontrado en un orfanato de Bogotá podría ser el hijo de Clara Rojas, una de las secuestradas más emblemáticas de las FARC colombianas. La historia es tan rocambolesca como cruel, y sólo es comprensible enmarcada en esta locura global que es el terrorismo colombiano. Después de una farsa tétrica sobre una liberación abortada, el juego macabro continúa en un orfanato donde al parecer fue entregado el hijo que la ex candidata a la vicepresidencia de Colombia tuvo con uno de los terroristas, hace tres años. Ni que sea para situar, en su justo lugar, el drama de esta mujer, recordemos algunos datos.



Clara Rojas dirigía la campaña de Ingrid Betancourt cuando ambas fueron secuestradas, hace seis años. Tenía 45 años, era soltera, y sentía una lealtad profunda por su amiga Betancourt. Cuando le ofrecieron marcharse, ella decidió mantenerse al lado de Ingrid.



Hace tres años tuvo un hijo en la selva, y desde entonces sólo puede verlo cuando las FARC se lo permiten. Dicen que la mujer grita de dolor, llamando a su hijo. En marzo del 2006, Tirofijo -jefe de las FARC- declaró: "El bebé es mitad de nosotros y mitad de ella". Hoy, ese niño llamado Emmanuel podría ser el pequeño que el Gobierno colombiano ha encontrado en un orfanato. El ADN tipifica como muy alta esa probabilidad. La extorsión de las FARC, pues, y nuevamente, se sitúa en el plano más terrible de dolor, allí donde madres e hijos se quiebran hasta el delirio, en una escalada de maldad que resulta inimaginable.



En nuestra cena en Punta del Este, el amigo y prestigioso periodista Andrés Oppenheimer comenta lo terrible que resulta, para gente con sensibilidad progresista como la nuestra, ver cómo alguna izquierda delirante considera que las FARC son un referente. No se trata de Hugo Chávez, cuya capacidad para extorsionar a gobiernos democráticos, jugar al diablo con grupos terroristas y mantener en tensión a toda la región llega a límites insospechados. Chávez es tan burdo que se delata sin necesidad de ninguna elaboración intelectual. Chávez es una pesada y pesante obviedad.



Pero más allá del populismo fascistoide de Chávez, muchos son los intelectuales y líderes sudamericanos que mantienen una calculada ambigüedad cuando hablan de las FARC, y en la prensa de la zona la palabra terrorismo escasea tanto como abunda la épica guerrillera.



En algunos casos, se trata de pura corrección política,en muchos otros, de una cierta nostalgia por el fenómeno. Lo más terrible es que las FARC han cometido todas las violaciones imaginables, han secuestrado niños, han arrasado poblados, son los garantes del narcotráfico colombiano, mantienen a centenares de personas secuestradas durante años, comercian con su dolor, y hasta llegan a la maldad suprema de torturar el sentimiento de una madre.



Y, sin embargo, los mismos que saben que ETA es un grupo terrorista aún no saben que las FARC son -más allá del yihadismo islámico- el terrorismo más violento y malvado que actúa en el mundo. En este sentido, la opereta de Chávez montando una especie de liberación de rehenes, con la ayuda incomprensible de un Kirchner que aún no sabe si su alma es de izquierda razonable o de izquierda delirante ("la izquierda carnívora, o la vegetariana", que diría Vargas Llosa), ha sido el spot publicitario planetario más eficaz que las FARC han conseguido en décadas.



Jugar con el dolor da dividendos al terrorismo. Lo que ha tenido que aguantar Uribe, el presidente democrático de un país que, a pesar de estar hipotecado por la violencia, mantiene sólidamente su democracia, en boca de su vecino venezolano tendría que estudiarse en las aulas serias de la política comparada. El premio Nobel Elie Wiesel dijo, cuando salió de Auschwitz, que el mal existía, y él lo había visto. Clara Rojas también lo ha visto. Habita en la selva colombiana.



(Reproducido con autorización de la autora).